jueves, 13 de noviembre de 2014

El legado de Pandora - Prólogo

 Empiezo por el comienzo, nunca mejor dicho. Mi primer intento de crear un libro. Lo baso en una reinterpretación del mito de Pandora, o mejor dicho, de lo que sería su descendencia. He leído lo justo sobre la mitología de dicho mito, valga la redundancia, para dar lugar a este prólogo, que es lo único que se desarrolla en aquella época. A partir de ahora sólo haré unos apuntes sobre el libro en un par de entradas, no en todas.

 En los albores de la humanidad, Prometeo, un titán, robó el fuego de los dioses para ofrecérselo a los humanos. Así, dioses y humanos tuvieron fuego. Los dioses, enfadados por esta afrenta, idearon un plan para castigar a los humanos por su osadía. Zeus, el dios supremo, ordenó a Hefesto que creara una humana con barro y fuego. Así lo hizo, dándole luego vida y llamándola Pandora, que significa “todos los dones”. Pandora fue presentada ante Zeus, quien le habló de la siguiente forma: “Nosotros te hemos creado, así que tendrás que respetar nuestra voluntad. De no ser así serás castigada y tu alma se perderá para siempre en los ríos del Hades (el infierno griego). Para demostrarnos tu fidelidad, sólo te pediremos una cosa: cuida esta caja, desde ahora y hasta el fin de tus días, momento en el cual pasaremos a recogerla y a llevar a tu alma al lugar que se merece. Eso sí, ocurra lo que ocurra, pase lo que pase, nunca jamás deberá ser abierta, pues ello significaría una traición por tu parte, y enviaría inmediatamente a mis heraldos a buscarte para acabar con tu existencia. Éstas son mis condiciones. Tuya es la elección de seguirlas o de negarte en este momento. Pero ten en cuenta que si te niegas nunca sabrás lo que significa ser humana realmente”.
Con estas palabras finalizó Zeus su discurso. Lentamente, y levantando la mirada (ya que hasta entonces había estado arrodillada y con la vista en el suelo) hacia el ser que acababa de hablarle, Pandora dijo: “ Cuidaré que esta caja no sea abierta hasta el fin no sólo de mis días, sino hasta el fin de los tiempos”. “Así sea”, respondió el dios.
    Después de esto, apareció un extraño ser que portaba una caja en sus manos. Sin mediar palabra, Pandora la recogió y ambos bajaron a la tierra, donde el extraño ser le indicó un camino, antes de volver al Olimpo. Ese camino la llevó directamente hacia Atenas, la ciudad más importante de toda Grecia y capital de la misma. Sola y de noche como era, empezó a tener miedo. De repente notó cómo una de las sombras que la rodean se movía hacia ella. Aterrada, empezó a andar hacia atrás lentamente hasta que se topó contra un muro. Miró a ambos lados buscando una salida, pero estaba atrapada. Sin apartar la vista de la sombra que se aproximaba, comenzó a dejarse caer, mientras, sin darse cuenta, aferraba la caja cada vez más contra su pecho. Finalmente, arrodillada y completamente pálida, bajó la cabeza y dobló todo su cuerpo sobre la caja, protegiéndola como si de un caparazón se tratase. Temblando, con los ojos cerrados y llorando, escuchó como se acercaba el ser que proyectaba la sombra.
    - “¿Te encuentras bien?”
    Sobresaltada por oír una voz, abrió los ojos y lentamente movió la cabeza hacia ella para ver la cara de su interlocutor. Se quedó mirándole a los ojos si saber que decir.
    - “¿Te encuentras bien?”- volvió a preguntarle.
    Esta vez asintió levemente. Vio que le tendía una mano para ayudarla a levantarse, la cual aceptó. Notó que la cogía con delicadeza, y cuando estuvo de pie, se quitó la túnica que llevaba puesta, cubriéndola con ella. Al notar sus manos sobre sus hombros, Pandora sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda.
    - “Ven conmigo a mi casa. En ella vivimos mi hermano y yo. Es decir si no te importa”. Pandora negó con la cabeza. -“Por cierto, ¿cómo te llamas?”
    - “Pandora”.
    - “Pandora. Bonito nombre. Yo soy Emeteo, y mi hermano se llama Prometeo. Quizás te suene su nombre, fue el que robó el fuego a los dioses y lo trajo a los humanos”.

    - “Después de este encuentro, lo único que sabemos es que Pandora se casó con Emeteo, y que éste, en la noche de bodas, y desoyendo las advertencias de su mujer, abrió la caja, liberando todos los males contenidos en ella y dejando sólo encerrada la esperanza. O eso es lo que cuenta la leyenda”.

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