miércoles, 11 de noviembre de 2015

Pasaje de Daniel (III)

CAPÍTULO IV

- ¿Qué he de hacer qué?
    - Eliminar a Zeus. Y yo seré tu guía en este viaje.
    - Pero, como, esto, yo....
    - Tranquilizate. Espera un poco y entonces trata de decir lo que quieres.
    - Esto.., ¿como que ese es mi legado?
    - Es el legado de tu familia. Tu madre también tenía ese legado. Pero tus hijos no lo tendrán, porque tu eres el elegido para terminar con la saga.
    - Pero mi abuelo no me dijo nada nunca de ese legado. ¿O es que acaso él no pertenece a este legado?
    - Tu abuelo me prometió que sería yo quien te hablase el primero de tus deberes, así que no podía decirte nada.
    - Aun así, todo esto es muy repentino. No se si estoy preparado para la misión que me estas encomendando. Además, la directora necesitará un justificante de baja para dejarme salir de aquí, y los tramites de los mismos suelen durar varios meses.
    - La dirección de este centro recibió el justificante en el mismo momento de tu ingreso. Una de las condiciones que puso tu abuelo es que en determinado momento, un hombre misterioso preguntaría por ti y te llevaría consigo para reunirte con tu familia. Y ese momento ha llegado.
    - No puedo irme sin más, necesito seguir aquí aprendiendo.
    - Ya eres mas inteligente que los mismos profesores. Tus capacidades con el deporte también demuestran que estas casi maduro físicamente.
    - No puedo irme sin, al menos, despedirme de mis amigos.
    - Nunca he dicho que te fueras a venir a la fuerza. Esto ya estaba pensado desde el principio. Podrás despedirte de tus amigos, aunque, lamentáblemente, sólo dispondrás de un día. Mañana a las seis de la mañana te pasaré a buscar. Deja aquí lo que creas menos importante. Tus trofeos, tus libros, cosas por el estilo. No los necesitarás. Vamos a estar viajando casi continuamente, así que no creo que sean necesarios. Por favor, perdóname por adelantado.
    Después de decir estas palabras, Límiri se puso en pie y se dirigió a la salida, dejando solo a Daniel. Una vez solo, Daniel se puso a mirar por las ventanas del despacho, observando como la gente salia de las aulas y se dirigía a los patios. Se levantó él también y salió del despacho. Saludó a la directora cuando se la cruzó por el pasillo. Mientras caminaba por el recinto que había sido su hogar durante la mayor parte de su vida, asimilaba poco a poco la conversión que acababa de tener con....¿como se llamaba? Límiri. No acababa de asumir que él fuese el heredero de no se que estirpe de una antigua presencia griega. Sin darse cuenta se había dirigido a su comedor, donde sus compañeros, sus amigos, le estaban guardando un hueco para que comiese con ellos y les contase el motivo por el cual le habían llamado en mitad de clase y no había vuelto.
    - Eh, tu, Daniel, piltrafilla- Dijo uno de sus amigos- Vente aquí y cuenta nos en que movida te has metido para que te hayan llamado a ti, el gran Daniel, a la presencia de la directora.
    Esbozando una leve sonrisa al ver que al menos ellos seguirían siendo los mismos aun no estando él, se acercó a la mesa.
    - Vamos chaval, que todos sabemos que tu eres incapaz de hacer algo malo. Cuéntanos que ha pasado, no nos dejes con las ganas.
    - Si, eso. ¿Es que acaso hay una nueva competición de spicht y no nos has avisado? Mira que eres canalla.
    Daniel sabia que no podía decirles lo de su legado, así que optó por seguir la broma que acababa de oír y hacerles creer que se trataba de eso.
    - Vaya, habéis dado en el clavo. Si, precisamente se va a organizar un torneo bastante importante, en el cual van a competir los mejores centros de todo el nortcontiente. También va a haber una competición de esgrima y de tiro con arco, y ya sabéis que no es que se me den mal, precisamente. La directora ha pensado en mi al hablar con el profesor Takami, el de deportes.
    - Si es que eres un crack, tío. Se te da bien todo.
    El que había hablado ahora era su amigo Feint, que además era su compañero de habitación.
    - Bueno, ¿y cuando te marchas?
    - Mañana mismo, a las ocho de la mañana.
    - Entonces, te ayudaremos a preparar tu mochila. Así estamos contigo en tus últimos momentos de vida entre estos muros.
    Conteniendo las lágrimas, Daniel les dio las gracias a todos. Después de comer prepararon lo que Daniel necesitaba para su viaje y se pasaron el resto de la tarde jugando y haciendo bromas. Cuando llego la hora de irse a dormir, cada uno le dio un abrazo y le entregó un pequeño recuerdo.
    Daniel entro en su cuarto, se tumbo en su cama, y se dispuso a pasar su ultima noche en ese sitio.

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